La psicología educativa en la República Dominicana es un reto que llama a la supervivencia del profesional dentro de las aulas dominicanas. Con esto me refiero a las aulas del sector público que son la realidad que representa al país. Podría incluir también al sector privado, pero esta realidad es muy distinta ya que muchas veces en el sector público ni siquiera se cuenta con un profesional de la conducta y las responsabilidades en ambos sectores varían grandemente.
Si bien es cierto que el psicólogo está llamado a responder a las necesidades de sus pacientes, también lo es la complejidad de responder a estas en una escuela donde se carece de varios medios para enfrentar a las mismas. También podemos inferir que las escuelas dominicanas están permeadas de múltiples problemáticas y representan un campo muy amplio de intervención psicológica.
Ahora les pregunto ¿Creen ustedes que la intervención de un psicólogo educativo basta para afrontar las necesidades que se presentan en las escuelas públicas? ¿Cuáles necesidades son intervenidas por el psicólogo dentro de la escuela? He aquí un dilema ético en el cual se encuentran numerosos psicólogos educativos; el código de ética del psicólogo afirma que “El/la psicólogo/a debe limitar su ejercicio profesional a las necesidades reales del cliente o paciente”, pero estas necesidades son tan variantes y a veces tan urgentes que el psicólogo ni siquiera se plantea como opción hacer un referimiento. Además por lo general los padres de sus alumnos no ven necesario la intervención psicológica en sus hijos o no tienen el dinero necesario para hacerla. Es decir que los psicólogos optan por el principio ético de la No Maleficencia el cual expone que el profesional debe ayudar o al menos no causar daño. Se deja al criterio profesional cual sería la práctica que responda a las necesidades del alumno y que no cause daño alguno al mismo.
A pesar de que el criterio profesional es una base para mediar problemáticas en las escuelas no podemos olvidarnos de los estudiantes quienes siempre conocerán su realidad mejor que nadie y deben marcar hasta que momento es necesaria la intervención. Con esto se respeta el principio ético de la beneficencia y al mismo tiempo el de autonomía. Estos principios deben ir de la mano ya que un conflicto entre ellos puede crear un desacuerdo entren el profesional y el paciente. Ya que nos referimos al ámbito público es preciso dejar claro cuál es el papel que cada actor representara en la relación psicólogo-alumno, tomando en cuenta la discrecionalidad que poseen.
Como se ha presentado anteriormente vemos que los psicólogos educativos tienen una gran tarea por delante en las escuelas del país. Son muy necesarios a pesar de que muchos centros no cuentan con ellos y en algunas ocasiones no se les permite ejercer su labor del todo. Es tarea de los mismos psicólogos trabajar para ganarse un lugar dentro de las escuelas públicas y aquellos que ya se encuentran dentro de estos centros deben velar por hacer un trabajo ético el cual sea respetado y utilizado por los alumnos dominicanos.
Lillybeth Poliné | Psicóloga Clínica
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